domingo, 24 de junio de 2007

Domingo


Cada vez que camino por las calles oscuras del domingo, casi lunes, miro el cielo azul con estrellas plateadas y me pregunto por qué razón estamos en este cosmos esferoidal.
Viendo pasar mi vida, pensando miles de cosas, cruzo varias cuadras para llegar a casa. “voy a ninguna parte”, digo, fatigado de andar sin encontrar respuesta a tonta pregunta. Cuestiono este mundo capitalista, tan hostil, tan misterioso. No pudiendo sacar conclusiones, me sumerjo en un mar de dudas. Pienso como de un día para el otro cambiamos la infancia hermosa pero efímera por un mundo lleno de responsabilidades.
Miro las calles llenas de cansancio y cierro la puerta del hall de la entrada.
Subo, entro en la casa silenciosa. En mi cuarto, todo está como lo dejé.
Espero que venga el sueño y, ya recostado en mi cama, siento a mi sombra descansando a mi lado, abandonada y presente.
Me resigno a soportar mis dudas, trato de convencerme que todo irá bien, que las cosas saldrán como quiero.
Cada domingo, no sé por que, al llegar las siete de la tarde, mi cabeza empieza a apagarse y me hundo en una melancolía atroz; siento que caigo y me impongo ánimos. No quiero darme por vencido.
Cuando voy a comer con mis amigos, el tiempo va pasando entre risas, reflexiones y cigarrillos y mi mente se aquieta, pero mis titubeos solo están aletargados, listos para despertar en cualquier momento.
Ya en la despedida, terminando el café y fumando el último cigarrillo salgo ala calle y percibo la noche como de cristal. Imagino que se hace añicos. Ya es lunes otra vez, empieza la rutina. Cuando despierte, en pocas horas habrá empezado definitivamente una nueva semana y ya tengo ganas de que sea sábado otra vez, o por que no domingo.


Jok€r




domingo, 17 de junio de 2007

El Regalo



Bennet Cerf relata su conmovedora historia de un ómnibus que iba dando saltos por una ruta provincial del sur.

En un asiento un anciano delgado, sostenía un ramo de flores frescas. Al otro lado del pasillo, había una jovencita cuya mirada se fijaba una y otra vez en las flores que llevaba el hombre. Llegó el momento en que el anciano tenía que bajarse, impulsivamente arrojó las flores sobre la falda de la jovencita, “veo que le gustan las flores – dijo-, y creo que a mi mujer le gustaría que las tuviera usted, le diré que se las dí ”. La chica aceptó las flores y luego observó que el anciano bajaba del ómnibus y atravesaba el portón de un pequeño cementerio.

domingo, 10 de junio de 2007

Fabula del Sapo y el Escorpión

Hubo una vez un sapo que estaba en la orilla de un lago, estaba descansando en una roca, observando el cielo, un escorpión lo observaba de atrás de unos arbustos, se acercó al sapo y le dijo:-¿me ayudarías a cruzar al otro lado del lago? Yo me subo en ti y tu nadas hasta el otro lado.-No, no puedo hacerlo, si tu te subes en mi, puedes picarme y voy a morirme.-Piénsalo,yo nose nadar si yo te pico en el lago tu morirás, pero también yo moriré, por que si tu te hundes yo me hundo y moriré junto contigo, solo quiero ir al otro lado, ¿me ayudarás? Después de meditarlo por unos segundos el sapo accedió; -Está bien, yo te ayudaré, te llevaré al otro lado del lago y luego tu seguirás tu camino -Estoy de acuerdo El escorpión subió en el sapo, y con mucho esfuerzo el sapo ya iba a mitad del lago cuando sintió un picotazo en su cabeza, inmediatamente se detuvo y le preguntó al escorpión:-¿por qué me picaste? Ahora moriremos los dos.-Disculpame, no quise hacerlo, pero no pude evitarlo… esa es mi naturaleza.

Anónimo - África