Pero la realidad, la triste y tétrica realidad es que somos cristales fraccionados.
Seguimos adelante claro que si, pero en las noches de un miércoles cualquiera cuando estamos solos sin nadie a nuestro al rededor, esa fragilidad se hace inconsistente y se quiebra, dejando entrever que somos simples seres humanos irreparables destinados a la finitud.
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