El viernes 20 de julio (día del amigo en mi país), me junte con los míos para celebrar la amistad.
El echo es que el azar nos llevo a un boliche de capital federal llamado Sahara que queda en el barrio de La Recoleta.
Lo más curioso de esto (para quienes no conocen) es que el boliche queda exactamente frente al conocido cementerio de este barrio.
Lo que me causo gran asombro fue que el boliche tenia unos balcones, que si te frenabas y mirabas hacia afuera había una vista imponente al cementerio.
De arriba se observaba una increíble cantidad de bóvedas y sobre estas (como en la imagen) barbaridad de cruces que descansan bajo el cielo azul.
En ese momento me paso por la cabeza la ambivalencia de ese panorama, por un lado la vida (del boliche con música, la gente saltando y bailando) y por otro la muerte ( la paz del cementerio donde descansan personajes como José Hernandez, Aramburu o Adolfo Bioy Casares ).
Un sentimiento raro paso fugaz por mi pecho, ese saber que un día estoy mirando desde enfrente el descanso de otros que ya estuvieron, y la triste verdad que también me tocara a mí no estar mas y ser mirado por otros que van a estar.
El día pasó, la salida termino, pero esa impresión no se fue...